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lunes, 30 de julio de 2012



Miguel Hernández enamorado

Josefina, su mujer, Maruja Mallo y María Cegarra fueron sus tres musas
Marta Jurado | Madrid
Actualizado martes 23/03/2010 20:29 horas

Fue el poeta del pueblo, el hombre que encontró en la huerta y en el compromiso social y político parte de la inspiración que necesitaba. Pero sólo parte. Las mujeres fueron una parte central en la vida y en la obra de Miguel Hernández, aunque casi nadie (incluidos los implicados en la celebración de su centenario) hayan caído en ello.

La fuente de inspiración de un poeta no es fruto de una sola experiencia sino de varias y, sobre todo, si éstas son dolorosas. Es el caso de Hernández. Y la prueba está en el poemario amoroso por excelencia de Miguel Hernández, 'El rayo que no cesa' publicado en 1936. Los biógrafos se han referido a las tres mujeres que se pueden identificar entre sus versos, protagonistas en la época de mayor plenitud amorosa y sexual en la vida de Hernández.

La esposa

Josefina Manresa fue su primera novia y su esposa, la mujer a la que conoció en 1934 y a la que sólo osó dirigirse varios meses después. A esta modista de Jaén Hernández le escribe sus poemas de iniciación, 'Satélite de ti / no hago otra cosa sino es labor de recordarte'.


Los versos para Manresa "tienen un carácter sentimental más que apasionado", declara Francisco Esteve, presidente de la Asociación de Amigos de Miguel Hernández. "Josefina era una persona sencilla, de tradición católica y muy clásica", añade. 'Me tiraste un limón', incluido en el 'El rayo que no cesa', es una clara alusión a esa mujer recatada que se mostraba esquiva ante los intentos apasionados de Miguel de besarla. 'Te me mueres de casta y de sencilla' reprocha Hernández en otro poema a la 'pastora de sus besos'.

Puede que Josefina Manresa representara el amor convencional, pero su relación fue "por desgracia, tormentosa, llena de dolor", según explica Francisco Esteve. La Guerra Civil tuvo mucho que ver con ello. Sin embargo, "eso fue una satisfacción para su obra literaria. Un volcán amoroso que explota en su poesía y en su epistolario". Recalca el presidente de la Asociación.

El amor con Josefina está además plagado de ausencias. Su relación fundamentalmente epistolar comienza con la carta que Miguel escribe en diciembre de 1934 dirigida con un 'Para ti', y finaliza con una nota escrita en un trozo de papel higiénico sin fecha, poco antes de su fallecimiento en la cárcel de Alicante . La primer, rebosa ternura; la última está llena de reproches. Y eso, pese a la gratísima experiencia de la paternidad para Hernández. "Es uno de los pocos poetas de la literatura moderna que tiene poemas dedicados a su hijo y en los que el sentido de la prolongación de la vida está tan presente", dice el Presidente de la Asociación de amigos de Miguel Hernández"

La 'Canción al esposo Soldado' hace un claro guiño a Josefina Manresa y a su hijo según el biógrafo Jose Luis Ferris. "He poblado tu vientre de amor y sementera/ esposa de mi piel, gran trago de mi vida".

Maruja Mallo. | EL MUNDO.es
El amor intelectual

Pese a que Josefina supuso un rol central en su vida y fue la que tras su muerte se esforzó en mantener su legado, no fue la única mujer. A medida que se enfriaba su matrimonio y que Hernández ampliaba horizontes, conoció a otras personas. Por ejemplo, Maruja Mallo . La pintora gallega de la Escuela de Vallecas también conquistó, entre otros a Rafael Alberti. "El encuentro entre Miguel y Maruja fue afectivo e íntimo. Marcó al fogoso Miguel e inspiró sonetos como "Tus sustanciales besos, mi sustento, me faltan y muero sobre mayo". De hecho, el biógrafo José Luis Ferris asegura que la mayoría de los sonetos de 'El rayo que no cesa' están dedicados a ella, pese a dificultad de relacionar poemas con personas.

El amor marinero

Y no hay dos, sin tres. Tras el desengaño amoroso de la relación con Maruja, aparece la figura de la murciana María Cegarra con la que se encuentra en Congresos de la Unión y con la que se identifican las alusiones al mar. Este proceso se concluye a finales del año 35, cuando escribe al padre de Josefina, el guardia civil, Manuel Manresa, para reconquistar a su novia de toda la vida. Lo hace con éxito y le dedica 'El rayo que no cesa', según el epistolario del poeta. Allí le reconoce a Josefina que en Madrid ha conocido a muchas mujeres pero ella se diferencia de todas ellas. Por eso le escribe en la primera página del manuscrito: "A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya".

"Un poeta escribe a través de sus heridas", según Leopoldo de Luis, y en este caso nos encontramos con una prolífica producción literaria por el flujo de heridas que hubo en la vida de Miguel Hernández. La del amor, la de la vida, la de la muerte. "Se podría decir que Josefina era la 'Beatriz' de Miguel Hernández, con el valor añadido que da la ausencia como elemento de fervor", resume Francisco Esteve.

Un último detalle. El libro que Miguel Hernández trajo bajo el brazo cuando llegó a Madrid buscando su publicación era 'Silbo vulnerado'. La idea del título vino del silbido especial que Miguel hacía al aproximarse a la casa cuartel donde vivía Josefina para que ésta lo identificase. Pues bien, la modista, tenía un loro que imitó ese sonido y produjo el enfado de Josefina.
Fotografia de Josefina, la mujer de Miguel Hernández. | El Mundo
Fuente:http://www.elmundo.es/elmundo/2010/03/22/cultura/1269249636.html


Poema CIL
de Victor Cruz, el Lunes, 30 de Julio de 2012 a la(s) 8:04 ·
Mis ojos lentamente empiezo a cerrar,
Y aquel manto azul me comienza a cubrir,
Los rayos del sol ya no pueden hablar.
Ya llegó el momento del azul vivir.
-
-
Y cierro los ojos, comienzo a volar,
Vuelo por verde jardín, tan lleno de paz,
Dónde veo tantas flores florecer,
Dónde escucho a tantas rosas suspirar
Dónde veo tantos colores nacer,
Dónde escucho tantas estrellas brillar,
Es allí dónde hay un cielo tan azul,
Es allí dónde está el palacio azul.
-
-
Sus puertas de zafiro lentas se abren,
Es un palacio tan perfecto en verdad,
Ubicado en el centro de azules valles,
Dónde hay tanto azul, el azul de verdad.
-
-
Ella está allí, tan bella, siempre la veo,
Y siempre tan hermosa, siempre la observo,
Su sonrisa, perfecta dama plateada,
Ahuyenta el gris, me regala el sonreir.
Sus ojitos, mi todo los adoraba,
Los adora; pintan de azul el vivir.
-
-
Siempre tu estás en el palacio azul,
Cada noche, te veo allí, siempre,
Siempre tu estás en el palacio azul,
Siempre en mi pensar estás presente,
Mi hada azul tu castillo es este.
-
-
Cada noche, en el palacio azul,
Tu, mi hada azul estás allí, siempre.
Cada noche en el palacio azul,
Mi dulce hada azul, tu estás siempre.
Y vive siempre allí, es sólo para ti.


LAS CHIMENEAS

El Coronel Sabirón
Pimentel de Bustamante
fue Ingeniero Comandante
de la plaza de Gijón;
y faltando alojamiento
proyectó el tal Coronel
de nueva planta un cuartel
para todo un regimiento.

El proyecto concluido
según el reglamentario,
por el conducto ordinario
a Madrid fue dirigido
a la Real aprobación;
y esperando honra y provecho
quedóse tan satisfecho
el Coronel Sabirón.

Ya llegado al Ministerio
el proyecto de cuartel,
lo informa otro Coronel
de diferente criterio:
el Coronel Palareas,
el cual es de otra opinión
distinta de Sabirón
en cuestión de chimeneas;
y tiene como verdad
que las redondas no valen,
pues las ondas de humo salen
con poca velocidad.

Y le convence a cualquiera,
científicamente, así:
“equis igual a raíz de pi
por raíz de escorzonera”.
E informa que es procedente
que, de orden superior,
pase el proyecto a su autor
con la coleta siguiente:
“Sírvase Usía variar
las chimeneas de forma,
debiendo tener por norma
el volverlas a trazar:
que en las que son muy usadas,
como en cuarteles y fondas,
son muy malas las redondas
y excelentes las cuadradas
para que salga al momento,
sin dificultad, el humo.
De Real Orden se lo emplumo,
para su conocimiento”.

Mas cambia la situación
y, de orden de Su Excelencia,
Palareas va a Valencia
y a Madrid va Sabirón.

Ya en Valencia, Palareas
también proyecta un cuartel
y (está claro) pone en él
cuadradas las chimeneas;
lo manda a la aprobación,
y se viene el caso a dar
que lo tiene que informar
el Coronel Sabirón:
el cual, por las derivadas
y por trigonometría,
demuestra la teoría
de que, si se hacen cuadradas,
no tiene el humo buen paso
y se obstruye pronto el tubo:
porque “be elevado al cubo
es igual a ce elevado al vaso”.

E informa que es procedente
que, de orden superior,
vuelva el proyecto a su autor
con la coleta siguiente:
“Sírvase variar Usía
la forma de chimenea,
y basarse en las ideas
admitidas hoy en día:
según las cuales, las ondas
del humo son evacuadas
muy mal, cuando son cuadradas
y muy bien, si son redondas.
De Real Orden se lo planto
para el consiguiente efecto”.

Viendo tales discusiones
entre uno y otro señor,
el Capitán profesor
que explicaba Construcciones,
gramático pardo viejo
y mentor de adolescentes,
a los futuros Tenientes
dio este prudente consejo:
“Al proyectar chimeneas,
primero se indagará
si en el Ministerio está
Sabirón, o Palareas;
y se pondrán dibujadas,
para que no tengan pero,
redondas, si está el primero;
si está el segundo, cuadradas.
En cuestiones de criterio
huelga toda discusión:
siempre tiene la razón
el que está en el Ministerio”.

Pablo Parellada (Melitón González)